
Vivo en Tokio, una ciudad que rebosa vida, energía y precisión. Cada día, millones de personas transitan por sus trenes y calles, cada una en silencio y concentrada, pero de alguna manera sola entre la multitud. Desde el imponente horizonte de Shinjuku hasta la calma de los patios de los templos, Tokio conserva tanto el ritmo de los logros modernos como el peso de una tradición centenaria.
Japón es una tierra de orden y belleza: montañas, mar y ciudad, todo en un equilibrio perfecto. Pero bajo la calma superficial, se esconde un profundo vacío espiritual. La mayoría de la gente aquí nunca ha oído el nombre de Jesús pronunciado con amor ni con verdad. Nuestra cultura valora la armonía y el trabajo duro; sin embargo, muchos corazones se ven agobiados por la desesperación silenciosa, la soledad y la presión del éxito.
Seguir a Cristo aquí es como caminar contracorriente. Pocos entienden lo que significa creer en un Dios personal, y compartir mi fe debe hacerse con delicadeza, paciencia y humildad. Aun así, veo destellos de su obra: estudiantes curiosos por la verdad, empresarios que encuentran paz mediante la oración, artistas tocados por la gracia. Dios está sembrando silenciosamente semillas en esta ciudad.
Tokio puede ser la metrópolis más grande del mundo, pero creo que el Señor ve a cada persona que la habita: cada corazón, cada lágrima, cada anhelo. Ruego que su Espíritu recorra esta ciudad como el viento entre los cerezos en flor: suave, invisible, pero llenando de vida dondequiera que pase. Un día, Japón despertará al amor de Jesús, y Tokio alzará su voz en adoración al Dios verdadero y vivo.
Orar por La gente de Tokio debe encontrar al Dios vivo que ofrece descanso a los corazones cansados y un propósito más allá del rendimiento. (Mateo 11:28)
Orar por Los creyentes japoneses deben fortalecerse con audacia y creatividad para compartir el evangelio en una cultura que valora la privacidad y la moderación. (Romanos 1:16)
Orar por sanación de la soledad, la ansiedad y la desesperación entre los jóvenes y los trabajadores de Japón, para que encuentren esperanza en Cristo. (Salmo 34:18)
Orar por La Iglesia en Tokio crecerá en unidad y amor, brillando intensamente en la ciudad más grande del mundo. (Juan 13:35)
Orar por un avivamiento que se extenderá por todo Japón —desde los rascacielos de Tokio hasta sus islas más pequeñas— hasta que cada corazón conozca el nombre de Jesús. (Habacuc 2:14)



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