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AHVAZ

IRÁN
Regresa

Cuando camino por las calles de Ahvaz, el aire mismo se siente pesado. Nuestra ciudad, rica en petróleo, tiene una de las atmósferas más contaminadas del mundo. Muchos tosen durante sus actividades diarias, y el cielo suele estar brumoso, un recordatorio constante de la industria que define este lugar. Ahvaz es la capital de Juzestán, y aunque aporta riqueza a nuestra nación, también trae sufrimiento.

Nuestro país ha sufrido mucho: tras el fracaso del acuerdo nuclear de 2015 y el peso de las sanciones, la economía iraní se ha desmoronado. Los precios suben, los empleos desaparecen y la gente común como nosotros se pregunta si la vida será más fácil algún día. El gobierno nos prometió una utopía islámica, pero en cambio, vemos crecer la desilusión en cada barrio. La gente está cansada, buscando esperanza.

Y, sin embargo, aquí es donde Dios obra con mayor fuerza. En las grietas de las promesas incumplidas, brilla la luz de Cristo. En reuniones secretas, en oraciones susurradas, en la silenciosa valentía de los creyentes, la Iglesia en Irán crece más rápido que en cualquier otro lugar del mundo. Aquí en Ahvaz, soy solo uno de los muchos que han encontrado vida en Jesús. Y aunque el aire está contaminado y el peso de las sanciones nos oprime, el Espíritu de Dios se mueve libremente.

Creemos que este sufrimiento no es en vano. Prepara corazones para la verdad del Evangelio, y oramos a diario para que el Reino de Dios acabe con toda oscuridad en nuestra ciudad y más allá.

Énfasis en la oración

Al respirar el aire denso y contaminado de Ahvaz, anhelo que el Reino de Dios se abra paso en todos los idiomas de aquí: árabe, laki, bakhtiari y más. «Después de esto miré… una gran multitud de toda nación, tribu, pueblo y lengua» (Apocalipsis 7:9).
Me duele el corazón por nuestros hacedores de discípulos que lo arriesgan todo para fundar iglesias clandestinas. Señor, sé su escudo, su sabiduría y su valentía. «Esfuérzate y sé valiente... el Señor tu Dios va contigo» (Deuteronomio 31:6).
En cuartos ocultos y reuniones en voz baja, pido a Dios que genere un poderoso movimiento de oración en Ahvaz que se extienda como un reguero de pólvora por todo Irán. «Todos se mantenían unidos en oración constante» (Hechos 1:14).
Ruego que cada creyente aquí, incluyéndome a mí, camine en el poder del Espíritu, con valentía y sin temor. «Recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes» (Hechos 1:8).
Incluso en esta ciudad de desesperación, albergo esperanza: Señor, resucita tu propósito divino para Ahvaz; deja que la luz atraviese la oscuridad. «Levántate, resplandece, porque ha llegado tu luz, y la gloria del Señor amanece sobre ti» (Isaías 60:1).

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