Los trabajadores migrantes en la India viven vidas marcadas por las dificultades, la lucha y la resiliencia. Dejando atrás a sus familias, hogares y pueblos en busca de un salario diario, viajan a ciudades abarrotadas y pueblos desconocidos como Calcuta, a menudo enfrentando explotación, malas condiciones de vida y abandono social. Investigaciones recientes sobre derechos humanos sugieren que 600 millones de indios —casi la mitad de la población— son migrantes internos, de los cuales 60 millones cruzan las fronteras estatales. A menudo anhelan un futuro mejor para sus hijos, la esperanza de regresar a casa con dignidad y la esperanza de que alguien reconozca su valor.
Pero no todo el dolor proviene del movimiento; parte del dolor está enterrado en lo más profundo. En corazones nublados por la vergüenza, el miedo y el silencio, Dios aún ve...
Oremos para que el Señor consuele los corazones de las familias que quedaron abandonadas en las aldeas, especialmente los niños, los cónyuges y los ancianos. Que se llenen de esperanza y no de desesperación. Que Jesús sane los corazones rotos y sostenga a estas familias con amor, provisión y apoyo comunitario.
“Dios hace habitar en familia a los solitarios, y a los cautivos los libera con cánticos.” Salmo 68:6
Que Dios alce voces de justicia a favor de los trabajadores migrantes. Que encuentren dignidad en su trabajo y sean tratados con justicia y respeto. Que se les abran las puertas a la educación, la formación profesional y las oportunidades que mejoren su futuro y rompan los ciclos de pobreza.
“Habla por aquellos que no pueden hablar por sí mismos, por los derechos de todos los desposeídos”. Proverbios 31:8
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