
La llamada a la oración resuena por las calles de Teherán Mientras el sol se oculta tras los montes Alborz, me ajusto un poco más la bufanda y me adentro en el bullicioso bazar, perdida entre el ruido y el colorido. Para todos a mi alrededor, soy solo una cara más entre la multitud, pero por dentro, mi corazón late a un ritmo distinto.
No siempre fui seguidora de Jesús. Crecí cumpliendo fielmente los rituales de mi familia —ayuno, oración, recitación de las palabras que me enseñaban— con la esperanza de que me hicieran buena ante los ojos de Dios. Pero por mucho que lo intentara, un profundo vacío permanecía. Entonces, un día, una amiga me entregó en silencio un pequeño libro, el Injil —El Evangelio. —Léelo cuando estés a solas —susurró.
Esa noche, abrí sus páginas y conocí a Alguien a quien jamás había conocido. Jesús, el que sanó a los enfermos, perdonó los pecados y amó incluso a sus enemigos. Sus palabras cobraron vida, como si penetraran hasta lo más profundo de mi ser. Al leer sobre su muerte y comprender que había muerto por mí, las lágrimas brotaron libremente. A solas en mi habitación, le susurré mi primera oración, no en voz alta, sino desde lo más profundo de mi corazón.
Ahora, cada día en Teherán es un acto de fe silenciosa. Me reúno con otros creyentes en casas secretas, donde cantamos en voz baja, compartimos las Escrituras y oramos los unos por los otros. Sabemos el precio —ser descubiertos podría significar la cárcel, o algo peor—, pero la alegría de conocerlo es mayor que cualquier temor.
Algunas noches, me quedo en mi balcón contemplando la ciudad resplandeciente. Casi dieciséis millones de personas viven aquí; tantas que jamás han oído la verdad sobre Jesús. Susurro sus nombres a Dios: mis vecinos, mi ciudad, mi país. Creo que llegará el día en que el Evangelio se proclame libremente en Teherán, y estas mismas calles resonarán no solo con la llamada a la oración, sino también con cantos de alabanza al Cristo vivo.
Hasta ese día, caminaré en silencio —pero con valentía— llevando Su luz a las sombras de mi ciudad.
Orar por que los habitantes de Teherán se encuentren con el amor de Jesús en medio del ruido, el ajetreo y el hambre espiritual de la ciudad. (Juan 6:35)
Orar por Los creyentes clandestinos de Teherán deben fortalecerse con coraje, unidad y discernimiento al reunirse en secreto. (Hechos 4:31)
Orar por aquellos que buscan la verdad para encontrar la Palabra de Dios y experimentar el poder transformador del Evangelio. (Romanos 10:17)
Orar por protección y valentía para quienes comparten Injil, que su silencioso testimonio brillara intensamente en la oscuridad. (Mateo 5:14–16)
Orar por El día en que las calles de Teherán resuenen con cantos de adoración a Jesús, el Salvador de Irán. (Habacuc 2:14)



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