Cuando camino por las calles de Argel, Siento tanto la belleza como la carga de esta ciudad. La brisa marina llega del Mediterráneo y los edificios encalados brillan bajo la luz del sol: “Argel la Blanca”, la llaman. Para mí, ese nombre conlleva una verdad más profunda, porque Jesús ha blanqueado mi corazón como la nieve. En una tierra donde la luz parece escasa, su gracia me ha encontrado.

Argelia es inmensa, en gran parte sumergida en el inmenso Sahara, pero aquí, en el norte, la vida palpita con energía e historia. Los cafés están llenos, las mezquitas abarrotan y la llamada a la oración resuena a diario en cada barrio. Sin embargo, bajo todo el ruido, percibo un vacío silencioso, un anhelo que solo Jesús puede llenar.

Aun así, la necesidad es abrumadora. En un país donde el 99.9% de la gente no conoce a Cristo, a menudo me siento pequeño, solo una voz entre millones. Pero creo que Dios me ha llamado a estar aquí, a orar, a amar y a vivir como su testigo. Llevo su esperanza por estas calles, confiando en que incluso una pequeña luz puede atravesar la gran oscuridad. Un día, creo que Argel brillará no solo con piedra blanca, sino con la gloria radiante de la presencia de Dios.

• Orar por el pueblo de Argel al encuentro de Jesús, la Luz verdadera, el único que puede saciar su anhelo más profundo. (Juan 8:12)

• Orar por Audacia, unidad y protección para los creyentes que comparten a Cristo en una ciudad donde seguirlo es peligroso. (Hechos 4:29–31)

• Orar por el Espíritu Santo se mueva poderosamente a través de los sueños, las Escrituras y los encuentros personales en todo Argel. (Joel 2:28)

• Orar por los pueblos no alcanzados de Argelia —desde la costa hasta el Sahara— para escuchar y responder al Evangelio. (Romanos 10:14–15)

• Orar por Argel se convertirá en una ciudad conocida no sólo por sus edificios blancos, sino por los corazones blanqueados por la sangre de Jesús. (Isaías 1:18)